Marisa Rodríguez y Facundo Ortíz, madre y padre de Luna, pidiendo justicia por su hija.
El 2 de junio del 2017, Luna sale de su domicilio en Benavídez, Tigre, para nunca más regresar. Su cuerpo aparece “mutilado” por la desquicia de un grupo de hombres que entendían que Luna era una cosa en al cual realizar sus DESAHOGOS SEXUALES.
ISAÍAS VILLAREAL, el hombre que se llevó a Luna en primer lugar, tacha de arbitraria la sentencia de 14 años que le pesa, ya que según entiende, la propia Luna se colocó por propia decisión en una situación de peligro, al haber consumido esa noche. Es decir, que lo que estos hombres han hecho con el cuerpo de Luna ha sido culpa de ésta, ya que ella CONSINTIÓ la ingesta de alcohol y sustancias, lo cual, para una mujer en esta sociedad, significa colocarse en peligro, aún habiéndolo hecho en compañía.
Misma visión ha procedido a observar la Cámara de Casación Penal, al entender que la responsabilidad de Luna es posible y que debe haber una revisión de la condena establecida a VILLAREAL, alegando que este último es una víctima aún mayor que Luna al haber padecido la arbitrariedad del Tribunal que lo condena sin entender que fue la propia víctima, ahora fallecida, quien se colocó por su decisión en una situación de peligro. Quizás incluso las investigaciones por PROMOCIÓN A LA PROSTITUCIÓN y ABUSO SEXUAL abiertas a partir de lo probado en el juicio, a entender del condenado y de la Cámara de Casación, también fueron arbitrarias.
En este caso, MADRES VICTIMAS DE TRATA entiende que tanto la defensa como la Cámara de Casación Penal han perdido el eje de la finalidad, ya que el hecho de CONSENTIR no puede tomarse a la ligera, para ello debe haber voluntad, discernimiento y libertad, factores que a las claras fueron probadas en juicio como carentes, en lo referido a LUNA.
Es casi tangible la falta de perspectiva de genero: LUNA PECÓ POR SER MUJER, POR SER ADICTA, SABÍA QUE ALGO LE PODÍA PASAR. SU PECADO FUE MORTAL.
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